El Etnógrafo


Entrevista al  director Ulises Rosell

«El Etnógrafo» no es un documental etnográfico. Tal como hizo con Bonanza, donde retrató a una familia que vive casi en estado semi salvaje al costado de la autopista La Plata-Buenos Aires, Ulises Rosell viajó esta vez a las tierras desoladas del Chaco Salteño para narrar desde adentro la vida de John Palmer, un antropólogo inglés que habita hace cuarenta años una comunidad wichí.

El desafío, algo que logra con una mirada lúcida y desprovista de lugares comunes, fue la de contar cómo John no es el típico occidental blanco fascinado por una comarca salvaje. Por el contrario, «El Etnógrafo» parece decir que todo «choque» cultural, en realidad, puede ser una oportunidad para un encuentro y una convivencia que, lejos de ser una imposición de una sobre la otra, celebra la diferencia sin caer en las aguas del relativismo cultural.

El cineasta habló con APN y dijo que el origen de «El Etnógrafo» fueron ocho capitulos de la serie «Pueblos Originarios» emitida por Canal Encuentro, donde filmó tres sobre la etnia wichí. El caso que interesó a Rosell fue la condena a prisión de Qa’tu, un miembro de la comunidad que mantuvo relaciones con una de las hijas de su esposa, menor de edad, una relación que no fue condenada por las tradiciones comunitarias.

«La historia de Qa`tu tenía ingredientes de interés por constituir una zona difusa desde lo jurídico. Pero sobretodo era un problema cultural muy significativo, polémico y con aristas para pensar qué ocurre cuando las normas y convenciones del Estado argentino, y en definitiva de la cultura occidental, se imponen sobre las de otras comunidades, en este caso indígenas», enfatizó.

Un día el equipo de filmación viajó hacia la casa de John Palmer, que hasta allí era tan sólo el asesor de Qa`tu. «Ahí nació la idea de la película. Nos encontramos con algo que nos pareció insólito desde un comienzo. John se había casado con una aborigen, tenían hijos juntos, verlo allí relacionándose con tanta familiaridad con una cultura tan lejana era algo complejo, el puntapié de una historia», confesó Rosell.

«El Etnógrafo», entonces, se pensó desde cómo conocer a John: de las formas de entablar una relación con él. «No fue un tema ni una idea lo que nos interesó filmar, sino una conjunción de vivencias, inquietudes y experiencias que pasamos junto a él y su familia. Me movió una gran curiosidad por su figura, de cómo vino a mediados de los ´70 para estudiar de cerca a los miembros de la comunidad wichí y a los pocos años dejó todo para volver al Chaco Salteño, se casó con una mujer y estableció una relación personal con la comunidad de Lapacho Mocho», dijo Rosell, cinesta que había sido parte de las míticas Historias breves de 1995, con el corto Dónde y cómo Oliveira perdió a Achala, codirector más tarde de El descanso (2001) y director de Sofacama (2005).

Lograr una confianza con Palmer, ésa fue la cuestión, un antropólogo inglés que llegó a decir en cámara algo tan sencillo y revelador como «creo que lo que me atrajo de los wichís es el modo de ser de ellos, tan inverso al nuestro”. «Él tiene una comunicación muy íntima. No es ese tipo que lo pesques hablando en una charla social. Él es muy interesante para hablar, establece una relación casi ceremonial, confesional. Le llevé Bonanza como una especie de carta de presentación y enseguida me abró las puertas de su casa. De a poco logramos una confianza interesante, de hecho hay momentos donde él mismo se sorprende hablando con Tojweya, su mujer, y le pregunta cosas delante de cámara que nunca se le había ocurrido preguntarle antes», dijo Rosell.

Otro punto clave del documental es el modo en que filma a la familia de John Palmer. Hay una belleza singular cuando la cámara retrata a los chicos y a la relación de ellos con los adultos: cómo se los educa, de qué forma suceden los vínculos familiares en la suma de los detalles de la vida cotidiana. «No hubo un plan, había excusas narrativas. Primero fue lo de Qa`tu y después ganó la relación entre John y la familia. Es difícil encontrar la película en un papel y de un día para otro. Es natural que siga un desarrollo. En Bonanza nació como un cortometraje y con El Etnógrafo empezó con un capítulo de televisión y después necesitó otro desarrollo cinematográfico», reflexionó.

Para Rossell es necesario confiar en las imágenes, en el poderío de lo cinematográfico. «Es el punto de arranque de empezar a filmar. Más allá de las características de la historia de John, estaba fascinado visualmente por el lugar. El Chaco Salteño tiene esa polvareda que está flotando permanentemente, que le da una cosa épica a cualquier caminata. La presencia de John era fascinante también por todo lo que quedaba de su pasado británico, cómo sigue intacta la flema inglesa a pesar de 30 años de vida con los wichí. Y Tojeywa, su mujer, fue un hallazgo. Descubrí una persona muy bella, con una sabiduría singular. Tan extraordinarios como los vestuarios coloridos de los wichí en medio de los arenales»

A la hora de reconocerse como parte de una generación, prefirió hablar del parentesco que lo une con Jorge Gaggero, que también hace ficciones y documentales. «Me identifico con él en el sentido de una búsqueda cinematográfica, que es la de crear sobre lo real y al mismo tiempo confiar en la gramática de la narrativa ficcional. Rescato la familiaridad de conocer el lenguaje de la ficción. En todas mis películas, si hay una narración es porque la desarrollan las escenas que hacen los personajes, tanto los principales como los secundarios», explicó.

Rosell estuvo en el Chaco Salteño durante un año y dos meses, filmando en tres viajes de quince días cada uno. «Fue un proceso relativamente rápido -dijo-, la pudimos financiar por la quinta vía documental del INCAA y conseguimos dos patrocinadores privados. Todas las cosas que no se pudieron financiar con dinero lo suplantamos con tiempo. De ese modo quizás se arriesga mucho más, se viven más los procesos».

Como cineasta, a Rosell no le gusta encasillarse en los géneros. «No distingo entre documental y ficción, no lo digo como un latigillo sino como una posición desde la cual uno construye películas. Aspiro a que el espectador no esté clasificando lo que mira, sino que se sorprenda por las imágenes» y afirmó que el documental, en la actualidad, tiene más ventajas que la ficción. «Me parece que están más vivas las formas del documental. La ficción está atada a los grandes presupuestos y las coproducciones, porque cuanto más gente hay poniendo recursos más se opina sobre la película y menos libertad hay para los creadores», dijo el joven cineasta.

Fuente Agencia Popular de Noticias

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