La soberanía Alimentaria: Entre la ecología de Saberes y los organismos internacionales


En los últimos tiempos ha cobrado relevancia la utilización de la bandera de la Soberanía Alimentaria en diferentes contextos de las luchas contra el Paradigma Civilizatorio dominante. Se trata de una matriz de sabidurías profundamente imbricadas en el imaginario y experiencia acumulada de muchos pueblos del mundo, que han venido desde siempre dando forma a las culturas del arraigo y del respeto por la Naturaleza y que ahora amenaza con ser definitivamente desvirtuada.

A su vez, la acelerada expansión de la Globalización sobre los ecosistemas planetarios y el dominio cada vez más acentuado de las Corporaciones Trasnacionales sobre los Organismos Internacionales y los Estados Nacionales, determina la construcción de complejas sistematizaciones conceptuales, que van incorporando a los relatos de la Modernidad, es decir, sumando como propiedad intelectual del Sistema, algunas de las más sentidas creaciones culturales de los pueblos y de sus resistencias.

Esta construcción de simulacros avanza también sobre la Soberanía Alimentaria, un imaginario colectivo, un horizonte simbólico de confluencias ecológicas y sociales, pero también una bandera política que encarna las nuevas expresiones antiglobales y autonómicas de gran parte de la Humanidad, a la que se intenta anexar al canon del Pensamiento Único y de la llamada Sociedad del Conocimiento.

Como resultado de ello se incorporan al discurso oficial de quienes se presentan como los amos de la Tierra, las experiencias de muchísimos Pueblos, hechos Cosmovisión en la Soberanía Alimentaria, pero esta vez apenas como una marca registrada comercial desprovista de su núcleo político y filosófico, que se agrega al ya agobiante diccionario de las categorías que intentan justificar las nuevas formas de la dominación y los subsiguientes negocios de “mitigación”.

La Soberanía Alimentaria viene acompañada ahora, de este modo, por genéricas reclamaciones sobre “Derecho” a la Alimentación que, como tantos otros derechos promulgados en las últimas décadas, implican presuntas cesiones del poder de algunos, una forma de convertirlos en leyes sin contenido propio, o pasar a ser declaraciones de Principio que han olvidado el Fundamento. Es decir: nos abruman de formalismos declaratorios, en el mismo momento y espacio en el que se está consumando la catástrofe.

Peor aún: no son pocas las veces que incorporan la crítica de supuestos «adversarios» y «críticos» en su propia escenografía. Que la FAO (organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) incorpore a su discurso la Soberanía Alimentaria, como una variante de la proclamada Seguridad Alimentaria, nos parece poco menos que una burla, un intento institucionalizado de contener y re-direccionar el clamor de los oprimidos, una concesión menor a los indignados de la ruralidad, las economías regionales autónomas y a los que trabajan la Tierra con sus propias manos. Si con la Seguridad nos tranquilizaban diciendo que habrá comida para todos, falacia que desmienten los más de mil millones de hambrientos actuales del Planeta y muchos más, limitados a elegir entre marcas de comida chatarra; con la Soberanía nos están diciendo que podríamos decidir con qué y cómo nos alimentamos, tratando de ocultar el dominio de las Transnacionales sobre las producciones agrícolas, las mejores tierras de cultivo, las semillas y el agua, la ganadería y la pesca, sin olvidar el absurdo costo ambiental de su transporte a enormes distancias y el estratégico control sobre los precios.

Estamos asistiendo una vez más, a un gigantesco simulacro, simulacro que en nuestra región, sólo puede realizarse con la complicidad de los gobiernos progresistas y de las organizaciones campesinas funcionales al Modelo. Pretender que hemos forzado las puertas de la rigidez conceptual de la FAO, nos parece lamentable. La reproducción infinita del Capitalismo Global necesita, no sólo las condiciones materiales, sino también, la apropiación consecuente de los imaginarios de las propias resistencias, para acomodarlos ordenadamente en su matriz epistemológica.

La Soberanía Alimentaria no puede tomarse como un concepto aislado, integra por lo contrario, un conjunto de experiencias culturales y políticas ligada a la historia profunda de los pueblos y a la memoria milenaria de las sociedades que han vivido siempre en comunidad con la Naturaleza. Es la expresión de un Paradigma enfrentado al Paradigma de la Modernidad y del Crecimiento por acumulación. Es un horizonte de símbolos, creencias, costumbres y modos de estar en el mundo, que acompañan a las comunidades humanas desde el mismo momento de su constitución. El Alimento está profundamente imbricado con las condiciones de existencia de las culturas mismas y por lo tanto, es inseparable de los ecosistemas que se habitan. La maravillosa diversidad de pueblos y comunidades que aún resisten, da razón de las tantas maneras de “estar en el mundo” y de la identidad y autonomía de los agricultores, pastores y pescadores. Pero así también, los Estados Nacionales, en su necesaria complejidad, deben reconocer un modo propio de existencia ligado a las condiciones de producción de sus alimentos, así como deberían respetar los patrimonios alimentarios de sus Pueblos.

Con la consolidación de las sociedades industriales, asociadas al urbanismo y a las lógicas de mercantilización y de consumo, se produce un cambio abrupto en los modos de Alimentación, que afecta de manera irreversible las relaciones de los pueblos con los ecosistemas, ello expresado en lo que denominamos Agroindustria o Agronegocios. De hecho, la actual expansión del Capitalismo Financiero sobre la producción de Alimentos es la mayor amenaza a la Soberanía Alimentaria y representa el último eslabón en la reproducción sistémica sobre la vida y los bienes naturales. Por lo tanto, estamos enfrentando el socavamiento de la Soberanía Política de los Pueblos y Naciones y de las autonomías territoriales, y en este sentido no se puede separar la Soberanía Alimentaria de aquellas otras, políticas, económicas, culturales, sociales, sino que son una y la misma Soberanía.

Por ello afirmamos que en la Soberanía Alimentaria se expresa el conjunto de las resistencias ecológicas y sociales, frente a la expansión de los cultivos industriales, las semillas transgénicas, los agrocombustibles y la apropiación de tierras, que junto al uso intensivo de agentes químicos, caracteriza el modelo predominante de producción de alimentos.

No debe sorprendernos que, en el actual contexto mundial, y próximos al lanzamiento de la “Economía Verde” en la Conferencia Río + 20, pero también en la adopción lisa y llana de los lineamientos del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) a cargo de UNASUR y la Cepal (Comisión Económica para América Latina, organismo de la ONU) en connivencia con los gobiernos neodesarrollistas y neoextractivistas para los proyectos de desarrollo regional, se intensifiquen estas maniobras distractivas de conceder algo en el discurso para obtener la totalidad en los hechos, es decir, para mantener la hegemonía del poder transnacionalizado.

Es el caso de la Argentina, sometida a su condición de productor de materias primas, laboratorio de las manipulaciones genéticas y exportador de forrajes y biocombustibles; donde los mismos que lanzaron un Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial para los próximos años, que no es más que la expansión del modelo extractivo sobre millones de hectáreas de selvas y de montes, avalan esta peculiar generosidad de la FAO. La FAO, el mismo organismo que desde hace años fomenta la expansión de los monocultivos transgénicos y el acaparamiento de tierras, en una operatoria triangular y concertada con los Gobiernos y con ese “tercer sector” que son las grandes organizaciones campesinas para-estatales y las ONG del internacionalismo verde. Todo ello, más que un «menage a trois» resulta un terrible menaje atroz, o sea un atroz asunto de familia…

No podemos hablar de Soberanía Alimentaria en un país sometido a las Corporaciones, donde el Gobierno Nacional depende fundamentalmente de los excedentes de la renta sojera, donde los Agronegocios son la contracara del asistencialismo, donde la precariedad de las instituciones depende de los vaivenes de la bolsa de Chicago o de Shanghai.

La Soberanía Alimentaria no tiene lugar en el actual Modelo Productivo. Ella es o debería ser parte fundante de un Proyecto Nacional que considere volver a producir alimentos para nuestro Pueblo en la variedad y calidad que hemos extraviado. Es decir, recuperar los antiguos saberes rurales de la Argentina perdidos en décadas de neoliberalismo y neodesarrollismo. Volver a la Tierra desarmando lentamente los mecanismos impuestos por los Agronegocios y, sin ninguna duda, recuperar la infraestructura energética y de transportes, revirtiendo esa terrible urbanización y hacinamiento a que se ha sometido a nuestras poblaciones.

Para nosotros la Soberanía Alimentaria sólo será realidad efectiva en un auténtico Proyecto de Liberación Nacional que retome los caminos de una Argentina, Libre, Justa y Soberana.

GRR GRUPO DE REFLEXION RURAL

14 de ABRIL de 2012

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